INTRODUCCIÓN
La educación de paz, entendida como el conjunto de saberes, valores, actitudes y
prácticas orientadas a la dignidad, los derechos humanos y la convivencia democrática es
hoy un imperativo pedagógico y ético. Las transformaciones socioculturales y tecnológicas,
así como la visibilidad de fenómenos de violencia, discriminación y discursos de odio en
entornos físicos y digitales, obligan a repensar el aula como espacio para aprender a vivir
juntos, en palabras del Informe Delors, uno de los cuatro pilares de la educación del siglo
XXI, aprender a conocer, hacer, vivir juntos y ser (Delors et al., 1996). Este horizonte de
justicia y bienestar se expresa también en iniciativas de Educación para la Ciudadanía
Mundial (ECM), que proponen integrar dimensiones cognitivas, socioemocionales y
conductuales para formar sujetos críticos, empáticos y corresponsables (UNESCO, 2015).
De igual manera, la innovación didáctica ha explorado modelos que redistribuyen
tiempos y roles. Entre ellos, el aula invertida (flipped classroom) ha logrado amplia difusión.
En su versión canónica, la presentación de contenidos se traslada fuera del aula, ejemplo,
videos o lecturas guiadas, y el tiempo presencial se dedica a resolución de problemas,
debates, proyectos y acompañamiento personalizado (Bergmann y Sams, 2012/2014;
Tourón, Santiago y Díez, 2014). Esta inversión temporal no es un mero cambio logístico, se
reconfigura la interacción pedagógica, dando lugar a prácticas colaborativas,
retroalimentación inmediata, y tareas auténticas que demandan autorregulación y
pensamiento crítico (Lage et al., 2000; Bishop y Verleger, 2013; O’Flaherty y Phillips, 2015).
Así también, esta arquitectura del aprendizaje contribuye a escuelas de paz, y en
términos de teoría de la paz, Galtung (1996) distingue entre paz negativa, que es la ausencia
de violencia directa y paz positiva, la presencia de justicia, cooperación y equidad. El aula
invertida, cuando se diseña con foco en el diálogo, la cooperación y la resolución de
conflictos, puede favorecer condiciones de paz positiva, distribuye la palabra, multiplica
oportunidades de tutorización entre pares y explicita normas de respeto en actividades
presenciales. Esta investigación se enlaza con marcos de peace education (Harris y Morrison,